El Niño y las casualidades meteorológicas

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Los fenómenos de El Niño de 2015 y 2016, cuyas señales precursoras fueron comparables, tuvieron una envergadura muy distinta. Su modelización ha puesto de relieve la importancia de los vientos de alta frecuencia imprevisibles. Por lo tanto, la capacidad de predicción del fenómeno está muy limitada.

La casualidad se ríe a veces de la ciencia. Su influencia desmintió las previsiones de que El Niño de 2015 sería importante, algo que finalmente sucedió en 2016… «En este caso redescubrimos la importancia de los eventos estocásticos, que condicionan la amplitud de un fenómeno climático», indica el oceanógrafo y climatólogo Matthieu Lengaigne. Es uno de los autores de una reciente publicación que ilustra este sorprendente descubrimiento 1.

El fenómeno de El Niño es una anomalía periódica que afecta al clima del Pacífico y de las regiones circundantes. En condiciones normales, hay una gran masa de agua caliente concentrada en la parte oeste del océano y en la región indonesia. Se mantiene en ese lugar debido a los vientos alisios, que soplan regularmente de este a oeste a la altura de los trópicos.

Sequías en el oeste, inundaciones en el este

Los años en los que se produce El Niño, se rompe el equilibrio. Los alisios se debilitan y el agua caliente llega al centro del océano o incluso a su borde oriental. Este hecho tiene varias consecuencias poco favorables para la actividad humana, entre las que destaca el desplazamiento de las precipitaciones estacionales hacia el este, dejando a Asia y Oceanía en la sequía e inundando Sudamérica con un diluvio. La llegada de esta masa de agua caliente a la costa también altera el mecanismo habitual de ascenso de los nutrientes desde el fondo a la superficie.

Este empobrecimiento del medio afecta a la abundancia de comunidades marinas y dificulta enormemente la pesca, que es crucial en los países costeros. Los científicos han analizado y modelizado los mecanismos que actúan en el fenómeno de El Niño. Y han aprendido a detectar las señales precursoras con un año de antelación.

Previsión de una anomalía histórica

«Habían saltado todas las alarmas por la inminencia de un fenómeno importante en 2015 —explica el especialista—. Todo indicaba que se produciría un Niño de una amplitud excepcional, comparable a los de 1982 y 1997». Lógicamente, los científicos alertaron a la comunidad internacional.

Todo el mundo recordaba los efectos devastadores de los peores años de El Niño, con sequías, malas cosechas e incendios forestales en el oeste de la cuenca, mientras en el este se producían inundaciones y el desplome de los recursos pesqueros.

Pero, al contrario de lo que apuntaban las previsiones de los científicos, en el 2015 no se produjo un evento de gran envergadura, ni mucho menos. Los especialistas, tocados por su sonado fallo, apenas de atrevieron a plantear la posibilidad de un Niño fuerte al año siguiente, en 2016, a pesar de que las señales precursoras eran similares a las de 2015.

Y, como si fuera una burla, el fenómeno tuvo proporciones históricas en 2016. «En vista de las pruebas, está claro que nuestras investigaciones no incluían todos los factores que contribuyen a establecer las dimensiones de esta anomalía», reconoce el investigador.

Creer en la suerte

Cuando retomaron la investigación, los científicos sacaron a la luz el papel de los vientos de alta frecuencia que van del océano Índico al Pacífico. Empujan la masa de agua caliente hacia el centro y el este de la cuenca, por lo que pueden aumentar el efecto de un evento incipiente de El Niño y llegar a convertirlo en un fenómeno de gran importancia.

En 2015 no soplaron, lo que explica la moderación del fenómeno. Por el contrario, en 2016 multiplicaron sus efectos.

Para confirmar esta hipótesis, los investigadores han modelizado las condiciones imperantes al inicio de cada uno de estos periodos y han añadido la acción de vientos del oeste de distintas intensidades.

El resultado no deja lugar a dudas: según su fuerza, estos vientos pueden minimizar o multiplicar la amplitud de El Niño. «Pero lo más destacado es que la incidencia de estos vientos vinculados a las condiciones meteorológicas y climáticas en el océano Índico y Pacífico es absolutamente imprevisible —explica el especialista—. La suerte nos recuerda su existencia cuando intentamos predecir los eventos de El Niño».

Nota

1 Puy, M.; Vialard, J.; Lengaigne, M.; Guilyardi, E.; DiNezio, P. N.; Voldoire, A.; Balmaseda, M.; Madec, G.; Menkes, C. y Mcphaden, M. J. Influence of Westerly Wind Events stochasticity on El Niño amplitude: the case of 2014 vs. 2015 [La influencia de la estocasticidad de las corriente de viento occidental en la amplitud de El Niño: el caso de 2014 frente al de 2015], Climate Dynamics, 2017

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