Los Andes, vigías del calentamiento global

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El aumento de las temperaturas derrite los glaciares andinos. Su pérdida duradera podría amenazar los humedales aguas abajo, centinelas ecológicas del cambio climático.

Los bofedales son ecosistemas ideales para estudiar el cambio climático y su impacto sobre la biodiversidad. Estos humedales o turberas de la Cordillera de los Andes, situados entre 3200 y 5000 metros de altura, dependen de las precipitaciones y los glaciares como fuentes de agua. «Hemos estudiado la evolución geográfica de los glaciares y de estos humedales entre 1984 y 2011 mediante imágenes satelitales —explica el glaciólogo Antoine Rabatel—. Los glaciares perdieron el 35 % de su superficie durante este periodo y las zonas de acumulación de nieve y hielo han desaparecido en los glaciares que se encuentran por debajo de los 5400 metros de altura. Son precisamente estos glaciares los que contribuyen a alimentar las turberas que se encuentran más abajo».

En 30 años, la superficie de los bofedales ha aumentado en un 300 % como resultado de un flujo de agua abundante y constante procedente, especialmente, del derretimiento acelerado de estos glaciares y de la intensificación de la variación interanual de las precipitaciones.

Sin embargo, este fenómeno no durará indefinidamente. Los humedales se reducirán a medida que desaparezcan los glaciares, resultado de un aumento de las temperaturas de hasta 5 °C para fines de siglo, de acuerdo con algunos escenarios posibles. Se espera que alrededor del 85 % de los bofedales se sequen en las próximas décadas y el 8,5 % en distinta medida durante los próximos años. «Aún no sabemos cuándo se producirá este punto de inflexión que conducirá a la disminución de la superficie de los humedales —señala el ecólogo Olivier Dangles—. Los bofedales a menor altitud serán los primeros afectados. Es una situación preocupante porque son espacios de biodiversidad únicos en esta zona árida de altura. También son útiles para sus habitantes, que llevan a pastar a sus rebaños a estos humedales».

Además del aumento de las temperaturas, los humedales también sufren de la sobreexplotación asociada a las actividades antrópicas. Tradicionalmente, las personas han llevado a sus llamas a los bofedales. Poco a poco, estas se han visto reemplazadas por ovinos y bovinos, que destruyen aún más la superficie del suelo. Hoy en día, mejorar la gestión de estas áreas frágiles es determinante para su conservación. «El estudio de la evolución geográfica de los humedales es justamente una herramienta de gestión. A partir de la información recopilada, hemos presentado un mapa de vulnerabilidad de estos espacios a los actores locales —explica Antoine Rabatel—. Es un primer paso que pone de manifiesto el peligro. Lo ideal sería, a futuro, desarrollar una gestión más integrada de los humedales, teniendo en cuenta las evoluciones del clima».

Por ahora, los ganaderos locales ya han tomado consciencia de la fragilidad de su ecosistema, especialmente en época de sequía. Se turnan para llevar a pastar a sus animales a los humedales o instalan barreras de protección para evitar una degradación excesiva de la flora.

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